Al igual que los adultos, los niños y los adolescentes también pueden tener problemas relacionados con el estado de ánimo. Podemos definir la depresión infantil como “un cambio persistente en la conducta de un niño consistente en tristeza, descenso en la capacidad de disfrutar de los acontecimientos, dificultades de comunicar con los demás, rendir escolarmente, con presentación de alteraciones en funciones somáticas y frecuentemente, acompañado de acciones plurales de protesta y que afecta a la adaptación de la persona al entorno”. (Del Barrio y Carrasco, 2013).
Es frecuente y adaptativo que los niños en ocasiones, se sientan tristes, irritables o cansados. Para diferenciar este tipo de manifestaciones de aquellas que podrían ser indicadores de una problemática debemos de observar la duración, la frecuencia y la intensidad de las mismas. Si las conductas son persistentes en el tiempo, se manifiestan con una intensidad mayor de lo habitual y ocurren varias veces al día la mayor parte de los días, podríamos estar hablando de una problemática relacionada con el estado de ánimo.
La forma de manifestarse un bajo estado de ánimo en niños y adolescentes no va a ser la misma, que comúnmente identificamos en los adultos, lo cuál complica la tarea de identificar este tipo de problemáticas.
Cómo detectar la depresión infantil
Los síntomas más habituales que tendremos que tener en cuenta a la hora de detectar un problema relacionado con el estado de ánimo en niños son los siguientes:
- Sentimientos de tristeza o desesperanza que pueden manifestarse mediante el llanto, quejas o preocupaciones recurrentes.
- Un menor disfrute con actividades que antes le divertían, sensación de aburrimiento persistente o una baja motivación a la hora de realizar actividades.
- Estado de ánimo irritable, dificultades para expresar sus sentimientos o para solucionar pequeños conflictos del día a día.
- Disminución o aumento repentino de peso. Cambios en las sensaciones de hambre.
- Alteraciones en el sueño: disminución o aumento de las horas de sueño. Problemas para conciliar el sueño, despertares nocturnos o despertares antes de la hora habitual.
- Descenso en el rendimiento escolar, dificultad para concentrarse y persistir en las tareas escolares.
- Sentimientos de culpa y atribuciones internas sobre los problemas que se dan en su entorno.
- Cansancio o descenso de la energía a la hora de realizar las actividades de la vida cotidiana.
- Agitación o enlentecimiento a nivel motor. Dificultad para permanecer quieto o una mayor lentitud a la hora de moverse observable por los demás.
- Ideas o pensamientos recurrentes sobre la muerte o deseo o intencionalidad de hacerse daño a sí mismos.
El hecho de identificar alguno de los síntomas anteriores en un niño no es motivo suficiente para hablar de un bajo estado de ánimo o una depresión infantil. El diagnóstico siempre debe de realizarlo un psicólogo o psiquiatra infantil que evaluará de forma conjunta todas las variables que puedan estar influyendo en el problema y elaborará un plan de tratamiento para ayudar al niño y a su familia.
Marta Valdés Sánchez.
Psicologa Infanto-juvenil.
Apraxia Psicología.